martes, 3 de febrero de 2009

Reflexiones frente a la crisis

Para qué engañarnos


UNA desaceleración económica tan aguda es el territorio inexplorado de mayor dilatación después de la Guerra Fría o, dicho de otro modo, desde que vivimos en la globalización y con el euro en el bolsillo. Para qué engañarnos: vamos a ir avanzando a tientas y a ciegas, por mucho que hayan madurado la teoría económica y los instrumentos para el análisis. El «corpus» conceptual que se está produciendo es sustancioso y de inteligencia, pero no por eso anulamos los efectos azarosos y la angustia doméstica de la crisis. Viviremos instalados en la desconfianza. Tardaremos un buen tiempo en saber si los paquetes de medidas más o menos improvisados acertaban en su dosificación de los poderes interventores del Estado. Ya sabemos de las consecuencias negativas de dejar tan a su libre antojo productos financieros tóxicos pero es improbable que alguien logre dictaminar lo que corresponde al sistema bancario.Incluso el euro va a verse sometido a tensiones de alta intensidad. Ahora mismo, las claúsulas del plan Obama para resguardar la industria norteamericana del acero sugieren invocar los viejos galopes del proteccionismo.

Ante encrucijadas de tanta zozobra para familias y la sociedad en su conjunto, no existen ideologías capaces de ofrecer respuestas de confianza, salvo si acudimos al populismo, a la renacionalización o a la simple demagogia. Pero para el mundo de las sociedades abiertas, el método menos engañoso sigue siendo el racionalismo crítico. Al caer derribado el muro de Berlín, el consenso sobre la economía de libre mercado asumió que la economía centralizada y la planificación estatal habían fracasado de forma fragorosa. Es decir: el mercado tenía códigos de señales que promovían de modo más eficaz el crecimiento económico y la prosperidad. Lo que había fallado era el diseño radical de la sociedad y la aparición de hombre nuevo. Las sociedades evolucionan por sí mismas, según la libre iniciativa de los individuos y su voluntad institucional. El sistema de precios, por ejemplo, funciona mucho mejor que el proyecto de Estado planificador.

Fuente:
http://www.abc.es/20090203/opinion-firmas/para-enganarnos-20090203.html

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